El artefacto ideal para responder la pregunta del millón -¿de dónde venimos?- sería una máquina del tiempo, pero el segundo mejor es un secuenciador de genes. Un equipo de genetistas y matemáticos ya tiene la respuesta: toda la humanidad actual proviene de una población de cazadores-recolectores que se originó en el sur de África hace 200.000 años. Nuestros primeros padres eran bosquimanos y se comunicaban en khoisán: la lengua ancestral de la humanidad, donde las consonantes eran chasquidos como el sonido de un beso.
Brenna Henn y sus colegas de Stanford y otras seis universidades, entre ellas la Pompeu Fabra de Barcelona, acaban de presentar en la revista
Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) la comparación genómica -entre los genomas de los humanos actuales- más amplia y avanzada hasta la fecha. Como los genomas van acumulando cambios a lo largo del tiempo, estas comparaciones sirven para deducir el pasado de la especie: las poblaciones ancestrales muestran muchos cambios, tanto dentro de la población -entre un bosquimano y otro, por ejemplo- como fuera de ella -entre un bosquimano y un vecino bantú o un europeo, siguiendo con el ejemplo-.
Los resultados confirman con fuerza ciertos indicios anteriores, pero también enmiendan algunas percepciones erróneas. Las poblaciones dispersas de cazadores-recolectores que perviven en África, como los bosquimanos, provienen de un ancestro común claramente distinto del ancestro común de los pueblos agricultores y ganaderos que los rodean.
Los bosquimanos del sur, hablantes de lenguajes clic -donde las consonantes suenan como besos y chasquidos de fastidio-, revelan una variedad genética interna mucho mayor que cualquier otra población humana actual. La razón es que toda la humanidad actual proviene del sur de África -y no de Etiopía, como se pensaba-, y que los actuales hablantes de lenguajes clic son los herederos en línea directa de nuestros primeros padres.
Nuestra especie, el
Homo sapiens, evolucionó en África hace unos 200.000 años. Esa es la datación de los primeros cráneos fósiles con morfología moderna que han hallado los paleontólogos, en yacimientos de Etiopía. Y también es la época en que vivió la
Eva africana -la mujer de la que provienen todas las mujeres vivas-, según han podido inferir los genetistas comparando el ADN de las poblaciones actuales.
Los humanos modernos -inicialmente una pequeña población- se extendieron pronto por todo el continente africano. Su salida de allí, en un pequeño número de migraciones que acabaron colonizando todo el planeta, ocurrió mucho después, hace solo unos 60.000 años.
Como los humanos modernos llevan en África más tiempo que en ninguna otra parte -y como solo una pequeña fracción de ellos colonizó el resto del mundo-, los africanos actuales son mucho más diversos que todo el resto de la humanidad junta. Por ejemplo, de las 6.909 lenguas que se hablan actualmente en el mundo, casi un tercio (2.110) son africanas. Como comparación, en Europa solo se han catalogado 234 lenguas.
Lo mismo vale para la diversidad genética. De hecho, la población mundial no africana es tan homogénea que los genetistas calculan que proviene de no más de 1.000 o 1.500 individuos que salieron de África hace unos 60.000 años. La mayor parte de la diversidad genética humana se quedó en África, y sigue estando allí.
El análisis de Brenna Henn y sus colegas es el más completo hasta la fecha, con datos de 580.000
snips (cambios de una sola letra en el ADN; las siglas son de
single nucleotide polymorphisms) en 26 poblaciones africanas, incluidas seis poblaciones de cazadores-recolectores, como los hadza y los sandawe de Tanzania y los bosquimanos namibios y khomani del sur de África.
Los resultados descartan que nuestra especie surgiera en el este de África, y apuntan con fuerza a un origen surafricano (técnicamente, lo segundo es entre 300 y 1.000 veces más probable que lo primero). Y también señalan a las poblaciones de cazadores-recolectores hablantes de lenguajes clic como los descendientes en línea directa de aquellos primeros humanos.
Dos de los autores del trabajo son Laura Rodríguez-Botigué y David Comas, del Instituto de Biología Evolutiva de la Pompeu Fabra. "El trabajo", dice Comas, "analiza la diversidad genética autosómica de tres poblaciones de cazadores-recolectores de Tanzania y Sudáfrica, y las compara con otras poblaciones africanas. El estudio de la evolución y la historia demográfica del continente africano supone un gran reto para los genetistas debido a la gran diversidad genética que existe entre los cientos de poblaciones que viven allí".
Las poblaciones cazadoras-recolectoras, explica el evolucionista de Barcelona, son una minoría y están bastante aisladas geográficamente, pero tienen un especial interés porque llevan un modo de vida anterior a la aparición de la agricultura y el pastoreo en África, que solo ocurrió hace unos 5.000 años.
"Para inferir la historia demográfica de las poblaciones de cazadores-recolectores actuales", prosigue el científico, "hemos analizado su diversidad genética y la hemos comparado con la de 24 poblaciones más, representativas de la compleja estructura demográfica del continente africano; hasta ahora, la variación genética en estos grupos no había sido muy estudiada, y se desconocía si las poblaciones cazadoras-recolectoras son en realidad descendientes de los agricultores que, en algún momento, revirtieron su modo de vida, o en cambio son los herederos de los antiguos grupos que poblaban el continente antes de la expansión de la agricultura".
Los resultados demuestran que las poblaciones de cazadores-recolectores "son mucho más diversas genéticamente que el resto de poblaciones africanas", subraya Comas. "Esto descarta la hipótesis de que estas poblaciones sean descendientes de agropastoralistas, y revela la profunda antigüedad de los grupos de cazadores-recolectores".
Estos datos genéticos muestran que "la localización geográfica más probable del origen de los humanos se sitúa al sur del continente africano, lo que discrepa de la hipótesis demográfica más aceptada hasta el momento, que postula que el origen del hombre moderno se podría situar en África del este".
Todos los lenguajes khoisán del sur de África utilizan cuatro clics básicos, que los lingüistas representan con símbolos como
|, que es idéntico a nuestro chasquido de desaprobación;
||, parecido al sonido
ts; o
q, que es exactamente el sonido de un beso.
Fue el antropólogo y lingüista Joseph Greenberg, que también trabajó en Stanford hasta su muerte en 2001, quien propuso en los años sesenta que los lenguajes clic, hablados por pequeñas poblaciones de bosquimanos salpicadas por el sur y el este de África, formaban en realidad una sola familia lingüística, el khoisán. Según su clasificación, el khoisán era de hecho una de las cuatro grandes familias en que se agrupan los más de 2.000 lenguajes africanos (las otras tres, abrumadoramente mayoritarias, se llaman níger-congo, nilo-sahariano y afroasiático).
Pero la propuesta de Greenberg sobre el khoisán fue muy polémica desde su formulación, y sigue siéndolo, porque el único rasgo común que tienen estas lenguas es el uso de clics. Por lo demás, no se parecen en nada: ni en el vocabulario, ni en la manera en que se forman las palabras ni en la construcción de oraciones.
No solo las lenguas clic de África oriental difieren por completo de las del sur, sino también estas entre sí. Persona, por ejemplo, se dice
!kwi en el extremo sur,
khoe un poco más al norte, y
ju otro poco más aún, ya en el norte de Namibia. De ahí que los lingüistas llamen !kwi, khoe y ju a las lenguas clic de esas tres zonas.
Pese a las extinciones masivas de bosquimanos -y de sus lenguas- acaecidas en los últimos siglos, quedan aún un cuarto de millón de hablantes de khoe. Las otras lenguas clic son mucho más raras: algunas agonizan con solo un centenar de hablantes, y muchas otras se han extinguido en los últimos tres siglos. La Universidad Nacional de Taiwan y la Enciclopedia Británica contienen muestras de audio de muchas de estas lenguas.
Pese al parco repertorio de chasquidos básicos, los hablantes de khoisán pueden matizar cada clic de varias formas -nasalizándolo, aspirándolo, sonorizándolo- y combinarlo con distintas consonantes convencionales, hasta producir algunos de los sistemas fonéticos más complejos que se conocen. El lenguaje !xoo llega a distinguir de este modo más de 120 consonantes, un récord mundial seguramente imbatible.
Aparte de los bosquimanos, las principales poblaciones actuales de cazadores-recolectores que perviven en África son los pigmeos. Lluis Quintana-Murci, del Instituto Pasteur de París, ha demostrado que todos los pigmeos, pese a vivir en poblaciones aisladas y muy separadas geográficamente, tienen un origen común: solo evolucionaron una vez.
Los signos arqueológicos de una inteligencia humana plenamente actual -arte, rituales, pericia técnica, gran diversidad de herramientas- solo tienen 50.000 años, pese a que el cráneo humano moderno ya existía hace 195.000, que es la edad del fósil más antiguo de nuestra especie, hallado en Etiopía. Estos fósiles con forma moderna pero más antiguos de 50.000 años suelen llamarse "humanos anatómicamente modernos". Las primeras evidencias de
Homo sapiens fuera de África son unos esqueletos fósiles hallados en cuevas en el sur del actual Israel, datados entre 120.000 y 90.000 años antes del presente. Son escasos.
La salida del continente africano ocurrió entre 80.000 y 60.000 años atrás, lo que coincide con la aparición, precisamente en el sur de África, de unas culturas caracterizadas por el uso de herramientas avanzadas, e incluso de símbolos abstractos.
Se denominan Still Bay (SB) y Howieson's Poort (HP), y aparecen en estratos repartidos por muchos yacimientos del sur del continente. El mejor caracterizado es la cueva Blombos, en la Provincia del Cabo, en el extremo meridional de África. En esa cueva aparecieron dos piezas de arcilla roja con unos grabados geométricos. Constituyen la evidencia aceptada más antigua de arte abstracto, 70.000 años antes de Kandinsky.
fuente